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miércoles, 31 de marzo de 2021

LA ROSA Y EL RECUERDO

 


Todo cambia dìa a dìa. Las costumbres, los amigos, la mismìsima vida. Es allì, durante ese cambio, que nos detenemos a pensar en lo que fue y en lo que pudo ser. Añoramos tiempos, gente y cosas que ya se fueron;de pronto creemos que lo hemos olvidado, pero por extraño y maravilloso motivo, un buèn dìa regresan a nuestra memorìa, de forma apoteòsica.

Precisamente fue eso lo que me pasò hace unas semanas, por algo muy sencillo. Estando en el jardìn de la parte frontal de mi casa, pasò una niña con su papà , mirò unas plantas con flores que tengo del lado de afuera de la cerca, se detuvo , las oliò y sin màs me mirò con su cara de àngel para decirme "¿puedo cortar unas flores?". De pronto me entusiasmè y me escuchè decir muy felìz "¡ siiiiii. llèvate todas la que quieras y las veces que  quieras!". Me puse contenta porque ya no veo niñas cortando flores ni pidiendo permiso para nada en propiedad privada. Me puse contenta porque aun hay niñas que juegan con lo simple y bello que nos rodea. Me puse contenta, porque me vì en esa niña hace años. Al final va a resultar que mi real alegrìa se debiò a que me encontrè conmigo misma.

Como un pantallazo, recordè mi imagen en el jardìn de mi abuela, repleto de rosas, jugando con dos primas. Me diò gusto  "verme" a esa edad y hasta recordè cuando junto con mis primas ideamos hacer perfume ya que tenìamos tantos pètalos a disposiciòn. Lo importante era pedirle permiso  a la dueña de las rosas antes de empezar la parte "cientìfica", asì es que bordeamos la casa para encontrarla rapidamente y corear un "¿ abuela, podemos cortar rosas para hacer perfume?". Sabe Dios cuàntas veces vio peligrar sus rosas a lo largo de toda su vida, porque no tardò nada en responder que sì, pero que   ella nos decìa cuàles. No cabe duda que mi abuela era experta en respuestas porque no vacilò ni un momento para ir con nosotras a buscar las rosas permitidas, las cuales seleccionò entre las que estaban a punto de des hojarse; nos dio un frasco y alcohol que pareciera que se habìa sacado de la manga y nos dejò a las tres "quìmicas" en el jardìn, no sin antes recordarnos cuales podìamos usar y cuàles no. Como èramos niñas de otros tiempos, hicimos caso, bueno, casi, porque nos volamos unas rositas de pitiminì que como vimos que eran bastantes, nos pareciò apropiado ponerlas en la nueva fòrmula. Lo bueno fue cuando vimos rondar el jardìn a la dueña, que seguramente sospechaba nuestros pasos, no dijo nada, mirò sus rositas y alli fue cuando aprendì que un silencio dice màs de lo que imaginamos, asì sea a unos metros de donde estamos. La cara que debimos poner las tres debe haber sido màs que afirmativa de las sospechas de la abuela. 

Aquella aventura cientìfica nos desilucionò porque en ese frasco, que por cierto habìa nacido como frasco de aceitunas, no logrò la magia que esperàbamos con el alcohol y los pètalos de rosa. Eso olìa a alcohol y las rosas solo estaban de adorno , porque jamàs sentimos otro olor que no fuera alcohol.  Habìamos fracasado en nuestro intento. Y nuestra abuela, que por lo visto era tambièn adivina, lo sabìa de antemano, por eso no nos dio carta blanca para tomar cuanta rosa se nos pusiera por delante. Quizàs ella ,en su infancia hizo lo mismo y sintiò lo mismo que yo, cuando vì a aquella   niña : se vio a sì misma en sus tres nietas.

Hay que ver todo lo que puede venir a nuestra mente con un solo gesto, una situaciòn breve y hasta con una sola palabra. A todos nos marca algo en la vida, para bièn o para mal. Afortunadamente, aquella niña que me pidiò permiso, me trajo recuerdos bonitos .  Creo que todos tenemos buenos recuerdos dentro de la memoria, a veces no los dejamos  salir. Serà que al  crecer nos vamos poniendo muy serios y al final todo nos preocupa, abrumando hasta a los recuerdos que vale la pena recordar.

De el caso del perfume de rosas, pasè a pensar en mi abuela, paciente, serena, bonita y prudente. Como no vivìamos en el mismo paìs, no pude estar con ella mucho tiempo de mi vida y se que para muchos, soy casi el pariente ausente a punto de ser leyenda. Pero tuve una ventaja: cada vez que fui a verla, me quedaba en su casa y observaba su silencio, porque me recordaba a mì. En esas temporadas abosrbìa lo que no habìa podido en los años de ausencia. Ella lo sabìa todo porque su capacidad de observaciòn era gigante, pero jamàs la vi haciendo alarde de que se daba cuenta de absolutamente todo. Callaba. Muchos pensaron que ella no sabìa quièn era quièn en realidad, porque jamàs lo decìa. Pero ella, no necesitaba dar un discurso para que me diera cuenta que solo le faltaba leer la mente, para ella no habìa casi nada oculto. Pienso que su capacidad para entender con solo ver a la gente, era algo impresionante. Nunca fue invasiva,ni imprudente, no entiendo còmo fue posible que esa personalidad tan maravillosa no se nos pegara a ninguno.

Despuès de todo el rollo del intento del perfume de rosas, recordè una rosa que tenìa mi mamà en su jardìm cuando vivìamos en El Salvador. Era enorrme y muy bonita, era solo una. Yo estaba encantada con la dichosa rosa, mi mamà la ciuidaba, pero el mèrito en realidad era de Làzaro : el jardinero.  Creo que el jardìn de mi abuela me marcò en el gusto por ciertas flores.

¡Si aquella niña supiera todo lo que me vino a la mente con su bonito gesto de pedir permiso para cortar una flor! me hizo la tarde, trajo a mi abuela de regreso, a la rosa solitaria de Làzaro y me dieron ganas de comprarme unas rositas de pitiminì que he visto en un vivero. Ya no la he vuelto a ver màs. Ahora los que pasan frente a mi casa son unos niños en bicicleta, en grupo y hasta con mùsica. Son otros tiempos. Pero ellos, con todo y su bulla, me trajeron de regreso el recuerdo de mi bicicleta rosada con canasta blanca y lo felìz que fui pedaleando tantos años en ella. 

Antes escuchaba decir que la vida pasaba ràpido, ahora me consta . Como tambièn me consta que los recuerdos bonitos tambièn se asoman. Hay que darles permiso, porque hoy màs que nunca, un ratito de felicidad, no debe ser negado.

LA ROSA Y EL RECUERDO

  Todo cambia dìa a dìa. Las costumbres, los amigos, la mismìsima vida. Es allì, durante ese cambio, que nos detenemos a pensar en lo que fu...